A los médicos, a nuestros médicos

Estas semanas han sido turbulentas para mí. He visto una vez más qué tan profundo es el hoyo. He visto nuevamente lo que me he esforzado por olvidar.

Es muy duro saber lo que podemos hacernos los unos a los otros. Es muy triste entender que necesitamos enfocar nuestras capacidades en ayudar a que los otros vean el nivel de maldad, de manipulación y de engaño al que pueden llegar otras personas.

Para muchos esto es muy difícil de entender. Para algunos es imposible considerar la posibilidad de que otros están completamente cegados por el poder, el control y su “superioridad”.

Como no lo conciben, piensan que cualquiera que los señale y exponga las consecuencias de sus acciones es un alarmista irresponsable que quiere… (lo que se les ocurra).

Pero la maldad es parte de nuestra especie.

Durante la Conquista, españoles, portugueses e ingleses, masacraron a los indígenas y esclavizaron a los africanos; todo en nombre de Dios, el progreso, la civilización y los intereses del Estado. Tuvimos a los nazis y sus infames campos de concentración. Tuvimos a Lenin y a Stalin. Tenemos a la guerrilla y a los paramilitares. Son una minoría, es cierto, pero eso no significa que los alcances de sus acciones no sean escabrosos o de largo aliento.

Pero no quiero alejarme del tema que me interesa.

Estoy aterrada por lo que pueden generar las buenas intenciones. Lo que se promueve por el bienestar de nuestros niños y en nombre de la salud mental ha sido catastrófico.

Las vacunas y las drogas psiquiátricas son un arma que está destruyendo a la humanidad. Los niveles son alarmantes.

Ha cobrado devastadoras proporciones porque los han timado y han usado sus buenas intenciones en contra suya.

Seguramente han visto algo, seguramente saben, en lo más profundo de su ser, que su ciencia no es tan sólida como parece. ¿Por qué siguen actuando como si lo fuera? ¿Por qué siguen creyendo en las mentiras de sus profesores? ¿No han visto que el sistema educativo es uno de castigos y recompensas en el que se castiga fuertemente el separarse de las reglas, los cuestionamientos de fondo, el poner el dedo en la llaga?

¿No son conscientes de la figura de autoridad que representan para todos?

¿No saben que sus pacientes confían en ustedes, que ponen sus vidas en sus manos, motivados por su vocación y conocimiento, por su entendimiento del cuerpo humano?

¿No entienden que su responsabilidad es demasiado grande, que no hacen ningún bien al ocultar sus dudas, que podrían hacer una gran diferencia si hablaran, si dijeran lo que han visto, si se atrevieran a aceptarse a ustedes mismos que las incertidumbres superan con creces los datos ciertos, y que al no transmitir esa gran verdad concerniente a la ciencia, han podido hacer demasiado daño y destruir, quizás, alguna vida?

Siento si les ha molestado mi dureza. Tal vez si vieran lo que yo he visto, si indagaran lo que yo he indagado, si encontraran la evidencia en la que se sostiene lo dicho, si conocieran a alguno de los niños, a alguna de las madres, a alguna de las familias que han sido terriblemente dañadas, tal vez así reaccionarían y estarían dispuestos a ayudar.

Les pido que piensen… que recuerden… no lo que saben ahora, no como un profesional de su oficio, no en lo que les han transmitido sus ejemplos y autoridades… eso no, eso olvídenlo, aunque sea por unos pocos instantes.

Piensen en sus recuerdos de niños, en sus ilusiones, en lo que querían ser y hacer por esos días, en su fascinación por la vida, en sus ganas de vivirla, en su facilidad para sorprenderse, en su necesidad apremiante de transformar y mejorar lo que veían, en sus deseos, en sus sueños, en todas las promesas…. algunas incumplidas…

Vuelvan a esos días. ¡Recuérdenlos! ¡Revívanlos! Dense la oportunidad de contemplar si se parecen a los actuales.

Ustedes son tan importantes, tienen tanto conocimiento, tantas capacidades. ¿Por qué no usarlas para mitigar el sufrimiento? ¿Por qué no usarlas para detener esta barbarie?

Sí, yo sé que da miedo. Yo sé que es muy difícil luchar contra la mayoría, contra un sistema tan grande, renunciar a las comodidades y a su posición dentro de esos círculos tan respetables.

Pero yo sé que pueden. Dentro de cada uno está el coraje, la fuerza, la valentía. Es algo de lo que todos somos capaces. A mi me cuesta creer que quieran conformarse con menos.

Cualquier persona que tenga las capacidades mentales necesarias para obtener un título de medicina es capaz de ver que un gran porcentaje de sus estudios adolece de claridad, que sus resultados no son tan homogéneos como les gustaría, que son restringidos, ambivalentes y que dejan muchos más interrogantes que respuestas. Que la misma existencia de esos estudios es un argumento claro y poderoso en contra de la idea de seguridad.

Piensen que uno de los pilares de esa ciencia que idolatran es que ningún postulado es sagrado, que todo se puede someter a juicio, que en la incertidumbre es donde están las posibilidades, la capacidad de creación, los descubrimientos que habrán de ser verdaderamente revolucionarios.

Es muy importante que aprendan a liberarse del miedo. El miedo a las represalias, el miedo a no volver a encontrar trabajo, el miedo a lo que les puede pasar si dudan, si piensan, si hablan.

El miedo es un enemigo poderoso, verdugo de corazones, carcelero de la mente y depredador del espíritu. Pero su poder se acaba en el momento que dejamos de creer en él. Es cuestión de que decidan liberarse. Más fácil decirlo que hacerlo, pero el punto es que podemos hacerlo.

Ustedes saben lo que es la perseverancia. No se conformen, no se rindan. Luchen por encontrar la verdad, su verdad, y no permitan que les roben su complicidad por su ignorancia.  

La verdad, no pido tanto. Unos momentos de reflexión, de acercamiento consigo mismos, unos pocos momentos en los que piensen con el corazón y abran la mente. Unos instantes para admitir que hay tanto que desconocen pero que eso, más que un problema, es un motivo de alegría.

Es en la sed de conocimiento, en el cultivar un corazón abierto y aventurero, donde se esconden los secretos de la vida, donde reside el alma juvenil e inquisidora, donde lo que es y lo que sabemos pasa a transformarse en todo lo que es posible.

Por favor, abran los ojos, duden, discutan, pregunten…. Oigan a sus pacientes, aprendan a comunicarse con ellos. Denle un chance a la sorpresa. Consideren que se puede aprender más de las historias de la gente que de lo que dicen sus colegas.

Por favor, ¡por favor! Aunque ya el daño esta hecho, aunque para algunos es tarde, tenemos un presente y un futuro que puede ser nuestro.

Todavía no es muy tarde. Todavía queda tiempo.

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