El arte de manifestar el alma

Los Shulgins y sus ángeles alquímicos.
Cuadro de Alex Grey. (alexgrey.com) .

Alexander Shulgin* es un hombre sabio, dominado por un corazón aventurero.

Ha dedicado su vida a estudiar la mente humana, las energías subjetivas, las sustancias psicodélicas, y nos ha dejado herramientas valiosas para conectarnos con el centro de nosotros mismos y entender lo que significa ser humano.

Rescató del olvido la MDMA, descubrió la DOM (STP), el 2C-B y el 2C-T-7.

Su filosofía puede destilarse en cuatro palabras: infórmese y después elija.

Shulgin eligió la química como el medio para descubrir los componentes de la psique humana, guiado por el deseo de entender lo que “demanda ser entendido”.

Para Sasha —como le dicen desde niño—, la química consiste en unir cosas que no se han unido antes, en secuencias extrañas y nuevas, exáctamente como la música consiste en juntar notas y conceptos y frases en formas en las que nadie lo ha hecho.

Piensa que la ciencia es la búsqueda de lo que está a nuestro alrededor y de lo que todo significa; una disciplina que busca respuestas y explora la espiritualidad —que consiste en el alma, el espíritu, el individuo—, como una forma de aceptar las cosas como son y aprender de eso.

En la química psicodélica Sasha encontró esa antigua pretensión de la alquimia: reintegrar la búsqueda de la espiritualidad con la ciencia.

La creación de drogas psicodélicas es un proceso en el que se unen ciencia —a través de la química— y espiritualidad; consiste en crear catalizadores que revelan el alma, el individuo y el espíritu.

Este extraordinario químico-farmacólogo ha creado cientos de sustancias útiles para navegar por la mente humana. Lo ha logrado, en parte, porque está convencido de que tenemos una cantidad infinita de información intuitiva insertada en el tejido genético. Lo asemeja a una especie de biblioteca, con incontables volúmenes de referencia, pero sin una ruta obvia de entrada.

El problema es que, sin medios de acceso, no hay forma de empezar a adivinar la calidad y extensión de lo que está ahí adentro.

Para Shulgin, las drogas psicodélicas son esa puerta de entrada, un bibliotecario amable que guía por las zonas más recónditas de esa inmensa biblioteca, que tiene el poder de despertar, enseñar y transformar. Como las drogas psicodélicas permiten explorar este mundo interior y percibir su naturaleza, Shulgin ha dedicado su vida a explorar este inusual campo de la farmacología.

El camino al descubrimiento

Dentro del grupo de las drogas psicoactivas, hay un conjunto especial de compuestos que recibe el nombre de psicodélicos.

La palabra psicodélico —que significa “que manifiesta el alma”— fue inventada en 1956 por Humphry Osmond y se deriva de las palabras griegas ψυχή—“psyche”: “alma o mente”— y δήλομαι—“delos”: “manifestar o ampliar” —.

Los psicodélicos son compuestos que alteran temporalmente el estado de la conciencia, que no son adictivos físicamente (1). Dentro de los más conocidos están el LSD, la mescalina y la psilocibina.

Shulgin nos advierte que es fundamental entender que cada droga, legal o ilegal, provee alguna recompensa. Cada droga presenta un riesgo. Y cada droga puede abusarse.

Curar enfermedades, aliviar un dolor físico o emocional, intoxicar o relajar son algunas de las ventajas de usar drogas. Los riesgos también varían e incluyen: daños físicos, trastornos mentales, dependencia y violación de la ley. Cada quien debe ponderar las ventajas contra los riesgos, en cada caso particular, y decidir qué grupo supera al otro.

Para Shulgin, los riesgos modestos (una eventual experiencia difícil o algún problema corporal) de concebir, crear y definir drogas psicodélicas, están más que balanceados por su potencial de aprendizaje. Recalca que es un potencial, no una certeza. Aunque las drogas psicodélicas permiten un incremento en la percepción personal y en la expansión de los horizontes mentales y emocionales, únicamente logran estos fines cuando se utilizan para este propósito.

En cada experiencia, cada uno lleva su propio ser a fundirse con lo que le señala el metafórico bibliotecario.

Al usar drogas psicodélicas cualquiera puede aprender, pero no está forzado a hacerlo; cualquiera puede percibir formas para mejorar su vida, pero únicamente los esfuerzos realizados para conseguir esos cambios proporcionarán los resultados deseados.

La forma que cada quien tiene de vivir y de percibir, los códigos y reglas aprendidas, los valores y las convicciones, la profundidad y el bagaje de los sentimientos, en síntesis, todo lo que define a una persona, entra a incidir en la experiencia psicodélica, influenciando los efectos experimentados.

Por eso es que el potencial que tiene este tipo de drogas para facilitar el acceso al mundo anterior, suelen aprovecharlo únicamente quienes andan en busca de conocimiento. Como la mayoría no anda buscando nada profundo, por lo general no experimenta nada profundo.

Pero Sasha sabe que hay corazones en los que se han despertado inquietudes que buscan una respuesta, que han acumulado dudas y pensamientos a lo largo de su existencia. Sienten cada día una urgencia mayor de preguntar, de probar, de usar el poco tiempo que les queda para unir las respuestas sueltas y entender lo que debe ser entendido.

Según Sasha, las preguntas tienen la misma fuente que las respuestas: uno mismo. Esta fuente, esta parte de nosotros, ha recibido muchos nombres a lo largo de la historia, siendo el más reciente el “inconsciente”.

Shulgin define el inconsciente como la parte interna que vigila cuando la mente consciente se ha desviado, que dice qué hacer ante una crisis, cuando no hay tiempo para razonar lógicamente y tomar decisiones. Es el lugar en el que se encuentran ángeles, demonios y todo lo intermedio. Es el dominio del conocimiento oculto, de los sentimientos, emociones y energías que dirigen lo que somos y hacemos.

Los psicodélicos brindan acceso al inconsciente; permiten explorar las partes de nosotros que tienen las respuestas.

Esta exploración puede ir acompañada de choques emocionales y de la anulación de creencias preciadas y arraigadas por largo tiempo. Por eso Sasha y su esposa Ann creen que ese tipo de exploración deben llevarla a cabo únicamente las personas que han logrado desarrollar un núcleo central sólido, un sentido de sí mismo y de su naturaleza—alguien que ha tenido la experiencia consciente de percatarse de sí mismo como un ser y, con esto, percatarse del hecho de que es consciente de ser.

Usar drogas psicodélicas es una entre las múltiples maneras que hay de alterar la conciencia y las percepciones. Siempre han existido mecanismos para hacerlo y es indiscutible que nuevas formas continuarán apareciendo. Sin embargo, para Shulgin, las sustancias psicodélicas son las que generan los cambios más rápidos y fiables, lo que las hace muy valiosas cuando la persona que las usa sabe lo que está haciendo. 

Su esperanza es que, aquí y allá, alguien con una buena mente —y corazón— use una de sus herramientas y empiece a entender algo que antes no entendía; y que existan algunos con el coraje y la habilidad para escribir sobre lo que han aprendido, para que otros puedan leer y empiecen a pensar.

El camino a la inconsciencia

Desde el principio de los tiempos el ser humano ha usado plantas para alterar la forma en la que interactúa con su mundo y se comunica con sus dioses y consigo mismo. Pero la generación de Shulgin convirtió en crimen la búsqueda de la conciencia, cuando se usan plantas o químicos para abrir las puertas psíquicas.

Después de todo lo que ha descubierto y aprendido, Shulgin no puede sino preguntarse:

“¿Cómo es que los líderes de nuestra sociedad han buscado eliminar este importante medio de aprendizaje y auto descubrimiento, este medio que ha sido usado, respetado, y honrado por miles de años en todas las culturas humanas conocidas? ¿Por qué los gobernantes de EE.UU. han clasificado el peyote, por ejemplo, que ha servido durante siglos como un medio a través del cual abrir el alma de una persona a la experiencia de Dios, como un material de la Lista I, al lado de la heroína y el PCP? ¿Es esta condena legal el resultado de la ignorancia, de la presión de la religión organizada, o de una creciente urgencia por imponer conformidad dentro de la población?” (2).

Piensa que parte de la respuesta a estás preguntas está dentro de la tendencia creciente de la cultura hacia el paternalismo y el provincialismo.

El paternalismo es el nombre de un sistema en el que las autoridades nos proveen nuestras necesidades y —a cambio— se les permite dictar nuestra conducta, tanto pública como privada. El provincialismo es la estrechez de miras, la unificación social a través de un único código ético, la limitación de los intereses y las formas de la experiencia a aquellas que se han establecido como tradicionales (3).

En las guerras del último siglo y en los objetivos que persiguen las sociedades actuales podemos ver los resultados de que en el código ético de la civilización occidental se hayan criminalizado algunos métodos para explorar, descubrir y aceptar la consciencia humana. 

El camino a la consciencia **

Los Shulgin han tratado de explicar por qué sienten que es esencial inculcar una mayor consciencia, una expansión del conocimiento consciente, en las personas que lideran nuestra sociedad y le dan forma a su dirección. Sienten que ya no hay tiempo para que se desarrolle de manera gradual la comprensión y la sabiduría.

Ann piensa que las plantas mágicas —y las drogas psicodélicas— están ahí para ser usadas porque la raza humana necesita una forma de darse cuenta de lo que es, de recordar cosas que hemos olvidado. Piensa que si no descubrimos pronto por qué somos como somos, y por qué hacemos lo que hacemos como especie, podríamos dentro de muy poco eliminarnos completamente.

Las últimas décadas han presentado una expansión, sin precedente, en el entendimiento de la naturaleza del mundo físico. Sin embargo, esta expansión no ha tenido la necesaria y vital contrapartida del entendimiento de la naturaleza del inconsciente humano, de esas imágenes, emociones y energías que determinan los usos a los que ha de dirigirse el conocimiento de la materia física.

Podemos ver los resultados de las proyecciones inconscientes a nuestro alrededor.

Ahora, en lugar de temer la destrucción de una cultura o una civilización, nos enfrentamos a la completa aniquilación de la Humanidad. Lo que no reconocemos conscientemente, porque no hemos podido o porque no lo hemos permitido, puede ahora matarnos a todos.

Ann y Sasha piensan que estamos en un momento en el que, si no descubrimos una forma de reconocer y aceptar la existencia de estas energías primarias que están dentro de nosotros, no seremos capaces de aprender a convivir con ellas.

Hasta que empecemos a conocer, conscientemente, qué existe dentro de nuestras psiques, no podremos elegir inteligentemente. Ellos saben que necesitamos descubrir que tenemos centros, núcleos, “yo soy” —como lo quieran llamar— y que este centro de cada uno de nosotros nos ha dado el verdadero e increíble regalo de la elección. Debemos ver que podemos ponderar, evaluar, entender—y elegir. No solamente una vez, sino de manera continua. No inconscientemente, sino percatándonos completamente.

Los Shulgin nos recuerdan que debemos comprender, por encima de todo, que ser humano significa ser un alma que elige —consciente o inconscientemente— en lo que se convertirá, lo que hará, y con qué se aliará.

Necesitamos usar todos los medios a nuestro alcance para tomar cada decisión con toda la atención y con todo el conocimiento consciente que sea posible. Para que sepamos lo que estamos eligiendo cuando elegimos.

Debemos reflexionar sobre lo que implica que los grandes descubrimientos de Shulgin estén clasificados como sustancias súper peligrosas, sin usos médicos o legítimos.

Sepamos que en lo que está prohibido descansa la oportunidad de transformarnos como especie, de conocer conscientemente lo que somos, de descubrir el valor del mundo en el que vivimos.

Sepamos que en las drogas psicodélicas todo un mundo de esperanza está escondido.


* Este artículo lo escribí usando como fuentes principales: SHULGIN, Alexander & SHULGIN, Ann, PiHKAL. A Chemical Love Story, Transform Press, United States of America, 1991 y SHULGIN, Alexander & SHULGIN, Ann, "A New Vocabulary", en: FORTE, Robert (Editor), Entheogens and the Future of Religion, Councel on Spiritual Practices, 1997. Aunque algunas frases e ideas las tome del cuerpo de PiHKAL, la mayoría de las citas y de los ideas aparecen en la introducción de este maravilloso libro y en el breve artículo que se llama "A New Vocabulary". La intención de este artículo es dar a conocer el legado de Alexander Shulgin y su esposa Ann.
 
(1) SHULGIN, Alexander, MANNING, Tania y DALEY, Paul, The Shulgin Index, Volume One, Psychedelic Phenethylamines and Related Compounds, Transform Press, página XI.
 
(2) PiHKAL, p. xviii.
 
(3) PiHKAL, p. xviii.
 
** Las ideas principales de esta sección aparecen en el artículo "A New Vocabulary".

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