El arte negro de la propaganda

“Piensa la prensa como un teclado gigante con el que el gobierno
puede jugar”. —Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda Nazi—.

Por: Carolina Contreras

Hace algunos días mi amigo S escribió en Facebook:

“Y los medios caen otra vez en la trampa de Trump sobre las falsas noticias. Las acusaciones hechas contra Obama deberían ignorarse, no cubrirse en exceso”.

Yo comenté:  

“Hay muchas cosas horribles de Trump pero hasta el momento hay tres cosas que rescato y respaldo completamente:
1) Que se haya salido del TPP.
2) Que esté montando la comisión para investigar la seguridad de las vacunas y le haya dado el liderazgo a Kennedy y
3) Que esté diciendo la verdad sobre el mainstream media: son patrañas, patrañas y más patrañas.
Nunca publican una historia con contexto, solamente citan fuentes oficiales (y una o dos, no vaya a ser excesivo el esfuerzo), y son los entes de censura por excelencia.
Son cómplices de los grandes crímenes, respaldan a los corruptos y acribillan a los que cuestionan los postulados de los gobernantes”.

S respondió:

“Es peligroso desprestigiar a los medios tradicionales cuando quien lo hace es una persona que tiene mucho que ganar al no tener supervisión desde la sociedad civil. Los medios mainstream tienen muchas falencias, pero no son las fábricas de mentiras que él pinta (no todos). Esa visión populista de los medios al final lo que hace es favorecer los abusos de los gobernantes y la corrupción estatal, como pasó en Ecuador, Venezuela, Argentina, etc. Es importante tener una prensa libre”.

Escribí: 

“Estoy totalmente de acuerdo contigo: es fundamental tener una prensa libre.
Los medios tradicionales de comunicación son la definición de la prensa totalitaria.
Es una única visión repartida en cientos de medios que tienen los mismos 6 dueños.
El mainstream media no es más que el monopolio de la opinión y eso es la anti-libertad”.

S siguió:

“Caro, se nota que no vives en un país totalitario. Los medios tradicionales están lejísimos de ser una prensa totalitaria. Años luz.
En los países democráticos caemos con demasiada facilidad en la crítica hiperbólica a fenómenos que tienen fallas, pero que siguen siendo pilares de una democracia funcional. Esa misma crítica radical, que resulta inofensiva si se hace desde ciertos círculos, la aprovechan luego oportunistas políticos para aplastar a la oposición. La solución no es descalificar a los únicos medios que tienen realmente el poder para limitar los abusos de Trump. El único ganador en esa lógica es el dictador. Ahí sí estamos sembrando el totalitarismo”.

Respondí:

“Creo que podría interesarte profundizar un poco más en la historia de los medios de comunicación, especialmente en lo que tiene que ver con el verdadero papel que juegan dentro de las democracias.
Una cosa es lo que uno quiere creer que hacen y otra muy diferente lo que realmente hacen.
¿Alguna vez has visto en alguno de esos medios que defiendes un artículo sobre la Comisión Trilateral, sobre el Grupo Bilderberg o sobre el Council on Foreign Relations?
¿De pronto algún debate sobre los bancos centrales y la forma en la que roban constantemente a los usuarios de su moneda?
¿Tal vez alguno sobre los crímenes de Bill Gates o sobre todas las formas de energía limpias que se han desarrollado y que el cartel energético no deja conocer?
¿Alguno sobre la tecnología que existe que permite que todos los terrícolas tengan garantizada ropa, vivienda y educación?
¿Alguno sobre las vacunas que no sea simplemente una diatriba que grita con todos los alaridos que los que se oponen a la vacunación forzada son unos asesinos de niños?
¿O tal vez alguno que hable sobre las redes de tráfico de humanos de Naciones Unidas?
Seguro seguro abundan artículos que denuncian los incontables crímenes de la administración Obama.
Si sí, por favor pásame las referencias que me muero por verlas. Si no, eso te da un claro indicio de lo libre que es la prensa que crees que está lejos de ser totalitaria. Me encantaría que fuera una crítica hiperbólica pero la realidad es que los medios hacen parte del gobierno de este mundo.
El mainstream media es el Ministerio de la verdad de Orwell.
Y la sociedad civil es la que debe y tiene que supervisar a Trump. No se puede delegar esa función en ninguna institución”.

Mi amigo no volvió a contestar. No quiso o no supo responder. ¿Qué importa?

El punto es que hablando con él recordé que son muy pocos los que entienden que la función real de los medios consiste en moldear la opinión pública y controlar mentalmente a la población, además de definir el rango de preguntas permisibles.

Años atrás yo también pensaba que la función de los medios era informar, hasta que me pregunté por qué ciertas drogas eran ilegales. Investigando, me di cuenta de que todos los programas y periódicos estaban plagados de mentiras infames y medias verdades tergiversadas, que dejaban la sensación de que uno no estaba lidiando con plantas sino con venenos inventados por la perversidad.

Empecé a detectar que la forma en la que se presentaba esta información apelaba a las emociones y no a la razón. También pude ver que la guerra contra algunas plantas —conocida como guerra a las drogas— era un mantra bombardeado constantemente, desde todos los ángulos, sin descanso.

Ahí empezó a cobrar sentido lo dicho por Hitler: “Haz la mentira grande, hazla simple, repítela constantemente, y eventualmente la creerán”.

Algo sabía ya sobre la censura, pues tuve que dar una pelea aburridora y desgastante para escribir la tesis que quería en economía. El problema no era tanto el tema que había elegido —la prohibición de drogas— sino el enfoque que me interesaba: decir que la prohibición era una aberración política, que violaba uno de los derechos sagrados de los seres humanos: la propiedad sobre su mente y su cuerpo.

No entendí la oposición virulenta. Yo sólo quería provocar un debate en la Academia, la meca del debate intelectual. 

Algunos años después, investigando sobre las drogas psiquiátricas, leí en el capítulo final de un libro de David Healey que la historia de las drogas psiquiátricas era una pregunta sobre los límites de la propaganda. Me dejó pensando.

Ya tenía claro que no se podía confiar en la información que transmitían los medios y que la Academia censuraba descaradamente, pero era evidente que el asunto iba más allá de la mala calidad y de la parcialidad de la información que obteníamos.

Edward Bernays, uno de los propagandistas más conocidos, escribió en 1928 en su libro Propaganda:

“La manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones organizadas de las masas es un elemento importante en la sociedad democrática. Los que manipulan este mecanismo imperceptible de la sociedad son un gobierno invisible y son el verdadero poder dominante de nuestro país.

Somos gobernados, nuestras mentes son moldeadas, nuestros gustos formados, nuestras ideas sugeridas, principalmente, por hombres de los que jamás hemos oído hablar. Este es el resultado lógico de la forma en la que está organizada la sociedad democrática”.

Las palabras de Bernays me parecieron ciertas. Todavía no conocía a profundidad los mecanismos de gobierno implementados, ni las técnicas para moldear mentes, inculcar gustos y sugerir ideas, pero había descubierto destellos lo suficientemente luminosos como para intuir que lo dicho por Bernays era verdad.

Ahora sé que la propaganda determina lo que piensa y cree la gran mayoría. Define lo que somos, lo que sentimos, lo que queremos, lo que buscamos y lo que anhelamos, y nos incrusta una realidad diseñada por una élite selecta y desconocida.

La propaganda es engaño. Es el arte de abrumar la lógica y es un método muy poderoso de control. El arte de la propaganda consiste en enfatizar ciertos puntos de vista y en impedir que se conozcan otros. También en difundir información contradictoria, para generar caos y confusión mental.

El arte más negro de la propaganda consiste en secuestrar la imaginación y reducir la capacidad mental.

En una entrevista que le hizo Jon Rappoport al propagandista retirado Ellis Medavoy (pseudónimo), en 1999, le dijo:

“Tienes que entender que la propaganda tiene varios objetivos. No siempre se trata de inculcar ideas falsas en la mente de las personas. A veces se trata de darles información contradictoria, o datos que crean confusión y los dejan enredados, incapaces de descubrir de qué se trata la historia. Ellos esperan algo racional y tu les das algo que no tiene sentido. Los dejas en un pantano. Si haces eso suficientes veces, la gente sentirá dolor. Y se sentirán estúpidos”.

Rappoport le preguntó si este enfoque se podía aplicar a la educación en los colegios:

“Por supuesto”—dijo—. “¿Te acuerdas de algo llamado The New Math (Las nuevas matemáticas)? Se introdujo en los colegios en 1960. Se basó en una rama de la lógica llamada teoría de conjuntos. La aritmética simple se tradujo a ese embrollo complejo. Un problema fácil de aritmética de repente se transformó en algo bizarro y frecuentemente incomprensible. ‘El agua hervida’ se transformó en un proceso de 17 pasos para candidatos de doctorado, sólo que estabas lidiando con niños de 7 años. ‘Las nuevas matemáticas’ son una trampa para mentes jóvenes. Un laberinto. Una vez adentro, no puedes salir. No sabes para dónde vas. Cada día nuevas confusiones se suman a viejas confusiones. Abiertamente, este era un programa de lavado cerebral. La meta no era inculcar falsedades. Disfrazada de lógica y pensamiento crítico, la meta era confundir masivamente. Las mentes jóvenes quieren respuestas. Si te la pasas negándoles las respuestas, induces caos. Viertes caos en lo que podría ser un proceso directo. Degradas el pensamiento. Haces que los niños crean que pensar no sirve para nada. ¿Lo ves? ¿Puedes ver lo que esto consigue? Los colegios se convierten en fabricas de locura. La mayoría de la gente simplemente no lo capta. No ven que inducir confusión es una táctica, un arma. Es poderosa. Debería haber una rama entera de la educación universitaria llamada Estudios sobre confusión. ¿Cómo se consigue? ¿Cómo se manufactura? ¿Cómo se usa? Podrías revolucionar la educación superior con eso. Podrías limpiar toneladas de basura. Podrías mostrarle a la gente lo que les han hecho. Eventualmente podrías cambiar la sociedad para bien. Por eso es que las universidades no les enseñan a los estudiantes este tema. Demasiados de sus cursos los dictan profesores que se ganan la vida enseñando falacias. Estoy aquí diciéndote que parte de esto es completamente intencional. No son simplemente negocios. Es una operación psicológica”.

Lo dicho por Medavoy es muy revelador. Es fácil entender el interés estatal por controlar el sistema educativo. El sistema educativo es un mecanismo de control absolutamente exitoso, pues los ciudadanos participan voluntariamente en él. Es más, exigen participar y gustosamente mandan a sus hijos a ser adoctrinados en un sistema que destruye el pensamiento y amordaza la imaginación.

¿Se acuerdan de todas las cosas interesantes, inspiradoras y útiles que aprendieron en el colegio? Yo tampoco. Y eso que tuve la fortuna de ir a uno de los mejores colegios de Colombia.

Siempre tuve la certeza de que era lo suficientemente competente para entender cualquier cosa. Entendí que en el colegio no se aprendía nada más allá de que era posible sobrevivir al aburrimiento. Pero eso no es lo que suele pasar.

A pesar de que todos tenemos habilidades valiosas, los colegios invalidan los deseos profundos de los niños y les hacen sentir inadecuados. Años y años de adoctrinamiento consiguen que los niños desprecien el pensamiento y el conocimiento y que se convenzan de que nada es lo suficientemente importante como para compensar el esfuerzo. Muchos salen del colegio creyendo que son estúpidos.

En los colegios, los niños no saben quiénes son ni que quieren. Son altaneros porque están confundidos y perciben que los están timando, pero no tienen el conocimiento ni la experiencia para entender cómo están despedazando sus ganas de entender y de explorar.

¿Cuantos niños salen del bachillerato con ideas de libertad e independencia, interesados en explotar lo que los hace únicos?

Salen queriendo plata y ser iguales a la mayoría. Éxito rotundo de la manipulación mental.

Sin embargo, para nadie es fácil aceptar que no sabe pensar. Todos lo perciben pero no lo aceptan, porque para todo el mundo es fundamental creer que puede pensar, creer que puede tener ideas. Los que no pueden concebirlas usurpan las que les transmiten los demás.

¿Y quiénes son los transmisores profesionales de ideas? Los medios y la academia. Lo suyo no se trata de educación ni información objetiva. Lo suyo es la manipulación y la propaganda.

Piénsenlo. La propaganda confina la mente, propaga ideas contradictorias, suaviza a la población, enseña a obedecer, controla las opiniones de las masas y difunde falsedades. ¿No es algo que hacen muy bien colegios, noticieros y universidades?

Los buenos propagandistas trabajan de maneras imperceptibles. Ellos preparan a las poblaciones para que acepten sus mensajes.

La población se prepara a través de mecanismos que restringen las posibilidades de la mente y sepultan las posibilidades de la imaginación. Mecanismos como ‘Las nuevas matemáticas’.

Así se consigue que la gente sólo quiera las ideas más sencillas. Así se consigue que la gente quiera ser engañada.

Las personas quieren creer mentiras porque las mentiras los ponen en un juego de oposiciones. Una mentira crea un opuesto. Una verdad se defiende sola.

Para la mayoría, la verdad genera aburrimiento.

La gente le huye al silencio y la verdad es silenciosa. Cuando la encuentras, la tienes. Punto final. Se acabó. Y eso no es lo que las personas están buscando.

Cuando se termina un juego, sientes aburrimiento. Una mentira provoca un nuevo juego. Provoca acción. Con una mentira puedes trabajar. Puedes hablar con tus amigos al respecto. Puedes discutir. Puedes elegir bando.

Si dices la verdad, no hay discusión, hay silencio. Y el silencio hace que la gente se sienta horrible.

Los propagandistas existen porque la gente quiere ser engañada. Si no, no podrían vender sus historias. Para que se de la transacción, tiene que haber compradores interesados. Y la mayoría está más que interesada.

¿Por qué lo está?

A la mente le gustan las mentiras sencillas porque la hacen sentir que sabe algo, que realmente sabe algo. Y eso les gusta a las personas. Les da una sensación de seguridad. Las mentiras complejas funcionan porque despliegan el pensamiento y las conversaciones y los argumentos y las oposiciones y las polaridades—todo el ruido que da tranquilidad.

Piensen en lo que pasa cuando yo digo que las vacunas no son más que veneno y están dañando a los niños y a las personas. ¿Qué haces con esa información si eres Pedro Pérez? ¿Qué puedes hacer? No estás preparado para lidiar con todas las implicaciones que esa afirmación tiene, entonces te vuelcas en las mentiras y niegas la verdad.

Por eso es que tenemos que aprender a ver lo que tenemos en frente de nuestras narices. A ver lo que no es evidente. A percibir las implicaciones y a lidiar con ellas. A predecir las consecuencias de implementar ciertas ideas. A vislumbrar las consecuencias invisibles. Y por encima de todo, a rechazar las contradicciones. 

Saber detectar contradicciones es vital para poder pensar.

La lógica es el arte de la no contradicción. Sin lógica uno está indefenso ante las estratagemas de la propaganda porque el arte de la buena propaganda es precisamente el arte de abrumar la lógica. Y si uno no tiene las armas, es imposible dar la pelea.

Pregúntense cuánta lógica aprendieron estudiando y cuánta lógica están aprendido sus hijos. ¿Saben detectar falacias? ¿Saben reconocer los ardides más utilizados por los propagandistas? ¿Saben qué significa un Ad Hominem o un Non sequitor? ¿Saben escribir correctamente?

¿Han estudiado tácticas de guerra psicológica?

¿Alguna vez han pensado que la auto-derrota es el mensaje más importante de la propaganda, pues es el más rentable para los controladores?

Esta auto-derrota puede traducirse en una incapacidad constante para cuestionar lo que propagan los medios, la validez de sus posturas, la calidad de su información y para percibir la ausencia de contexto, de profundidad y de análisis. También puede convertirse en la incapacidad para ver y entender que la función de los medios es “la manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones organizadas de las masas”.

Como decía mi amigo S, los medios son un elemento fundamental dentro de la sociedad democrática. Pero no porque limiten al poder, como S cree. Ellos hacen parte del poder. No van a autolimitarse.

Los medios y las academias son la voz de los propagandistas.

Los propagandistas trabajan con mentiras. Manipulan. Engañan.

Los medios son la voz de los mentirosos.

La falsedad de las noticias de la que habla Trump es cierta.

Son noticias que transmiten el conocimiento que se forja entre las fábricas de mentiras y las de la locura.

 

Carolina Contreras
www.lapapeleta.com


La fuente principal para exponer las estrategias y operaciones de la Propaganda son 2 entrevistas que Rappoport le hace a Medavoy y que aparecen en el primer volumen de la colección The Matrix Revealed. Si alguno está interesado en profundizar en estos temas no puedo más que recomendarle que compre esta colección, que es profundamente reveladora y revolucionaria.

https://jonrappoport.wordpress.com/2015/04/03/common-core-education-the-insane-bottom-line/

Créditos imagen: Copyright: <a href='https://www.123rf.com/profile_rolffimages'>rolffimages / 123RF Stock Photo</a>

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